EL CÁRTEL REACCIONA a la MU3.R.TE del MENCHO REALIZADA por HARFUCH en GUERRERO

Nadie imaginó que un simple rumor filtrado desde los círculos de inteligencia mexicanos podría sacudir por completo la arquitectura del poder criminal.

Fuentes internas sugieren con alta probabilidad que Nemesio Oseguera Cervantes, conocido como “El Mencho”, habría sido eliminado en una operación secreta dirigida por Omar García Harfuch en Guerrero.

Lo más inquietante es la reacción inmediata de varios grupos vinculados al CJNG, como si hubieran estado esperando una señal para iniciar una ofensiva de venganza.

La coincidencia entre el presunto fallecimiento del capo y el devastador bombardeo sobre la autopista 37D plantea preguntas inevitables: ¿el Gobierno está apagando una insurrección o encubriendo una verdad mucho más grande?

En la madrugada del 2 de diciembre, un convoy masivo de más de 120 vehículos blindados avanzaba por la carretera federal 37D.

Lo que sorprendió a los analistas no fue solo la cantidad, sino la composición insólita de la columna: el CJNG marchaba junto a Los Viagras y Cárteles Unidos, grupos tradicionalmente enemigos.

Esta alianza solo puede explicarse por un objetivo urgente y excepcional, que según informes de inteligencia, era Los Reyes, un territorio clave para las rutas de narcotráfico y cobro de extorsiones.

Controlar esta zona significa dominar los flujos económicos del aguacate, los frutos rojos y los corredores estratégicos entre Jalisco y Michoacán.

Los informantes infiltrados confirmaron que el convoy transportaba a 433 sicarios fuertemente armados con fusiles de alto poder, lanzagranadas y municiones suficientes para sostener un combate prolongado.

Sin embargo, la cantidad no fue lo que motivó la orden histórica de Harfuch, sino la intención: una masacre. Las comunicaciones interceptadas demostraban órdenes explícitas de los líderes criminales para “limpiar” Los Reyes cueste lo que cueste.

Cuando el reporte llegó al escritorio de Harfuch a las dos de la madrugada, el funcionario descartó cualquier operación terrestre. Con un número tan abrumador de combatientes y armamento pesado, cualquier bloqueo habría sido aniquilado en minutos.

Con una decisión que tomó menos de treinta segundos, Harfuch ordenó desplegar toda la fuerza aérea disponible, rompiendo con años de estrategias cautelosas centradas en detenciones y negociaciones.

En cuestión de minutos, doce helicópteros de combate despegaron desde tres bases diferentes, conformando la operación aérea más contundente de los últimos seis años.

Gracias a sistemas de visión nocturna, los pilotos observaron el convoy como una “serpiente luminosa” desplazándose entre la oscuridad de Michoacán.

A las 4:15, el primer Black Hawk abrió fuego, desatando una lluvia de proyectiles de 30 mm que perforaron los narco-tanques como si fueran láminas de aluminio. Los Mi17 lanzaron cohetes contra los vehículos más grandes, generando explosiones que iluminaron kilómetros de carretera.

En apenas veintidós minutos, un tramo de ocho kilómetros quedó convertido en un cementerio de metal retorcido.

Un total de 118 vehículos fueron destruidos y 433 sicarios abatidos. Solo cuatro sobrevivieron, heridos y escondidos entre los matorrales, hasta que fueron capturados por la Marina. No se registraron bajas del lado federal, gracias al cierre previo y discreto de la autopista.

La controversia surgió de inmediato. Los defensores de la operación argumentan que el Estado no tenía otra opción frente a un convoy que se dirigía a exterminar comunidades enteras y ejecutar oponentes.

Pero los organismos de derechos humanos denunciaron una posible “ejecución aérea”, cuestionando si los criminales tuvieron oportunidad real de rendirse y advirtiendo sobre el riesgo de convertir al Gobierno en juez y verdugo simultáneamente.

El Gobierno respondió publicando fragmentos de los expedientes de inteligencia: audios interceptados, imágenes satelitales de arsenales y evidencia que demostraba la inminencia de un crimen de guerra.

Harfuch sostuvo que el Estado tiene la obligación de emplear toda su fuerza para impedir una masacre. Además, anunció que cualquier convoy armado de esta magnitud será destruido desde el aire sin excepción.

Sin embargo, bajo la superficie del triunfo militar, emergen preguntas inquietantes. ¿Por qué grupos históricamente rivales decidieron unirse? ¿La muerte de El Mencho impulsó una alianza temporal para recuperar poder o ejecutar represalias?

¿La operación 37D es apenas el primer paso de una ofensiva destinada a desmantelar por completo la estructura del CJNG? Y si Harfuch realmente estuvo involucrado en la caída del capo, ¿acaso se está gestando una venganza silenciosa?

La guerra contra el narcotráfico nunca ha sido solo un conflicto armado. Cada victoria federal oculta un trasfondo más profundo: pobreza, reclutamiento masivo, desempleo y una cultura de violencia normalizada durante décadas.

Aunque el Estado gane batallas en el aire, la lucha en tierra seguirá renaciendo si no se transforman las condiciones estructurales que alimentan a los cárteles.

México se encuentra ahora ante una encrucijada histórica. Si la muerte de El Mencho es real, la operación 37D podría ser apenas el prólogo de una reconfiguración total del mapa criminal.

Y la pregunta que resuena en todo el país es ineludible: ¿la próxima respuesta del crimen organizado superará la capacidad del Estado para contenerla?